Me encerraron como a una mosca en un frasco. Me intimaron a hablar de todo. De mi, de las noches, de los días, de las cefaleas criminales, de los aviones de papel, de las siluetas de cuerpos extranjeros (se llevaron tu nombre), del concepto y la práctica del amor, de los cambios de estación, de la infancia esencial, del olímpico odio a mi cumpleaños, del tabaquismo secuaz, del futuro pretencioso, del manifiesto existencialista, de la felicidad universal, de la forma de coexistir del bien con el mal, de la locura, de la sanidad, de cuán lejos estaba de ambas. Permítame discrepar licenciado. Sumergieron mis demonios en bañeras de lavandina, hasta que solo quedaron niñitos sin rostros tomados de las manos, pálidos como el vacío. Ahora todo es descampado, pero afuera hay millares de girasoles creciendo altaneros, tapándolo todo. Los colores son sublimes pero están pintados con acuarelas, destiñen hasta formar un charco blanco y negro a mis pies. Me dieron un paracaídas y me dijeron q