Vos sos mis veinte años. La gravedad tibia que me mantiene imantada a tu cama. La forma en que puedo palpar cada lugar donde tus manos se escondieron en mi cuerpo. El ballet que hacen las sílabas desde que nacen, hasta que se despegan de tu lengua poniéndome apodos, y te ahogas en un suspiro que arrasa como un huracán sobre mí, sobre esa vez que dije que nunca más me iba a volver a enamorar. La habitación se prende como si estuviéramos adentro de una lámpara de lava y tus ojos persas se cierran, quizá te estoy pidiendo demasiado. La medialuna superior de tus labios no tiene curva, y cuando sonreís tu boca es un puente levadizo donde yo me balanceo, con los pies tentativamente cerca del borde. Vos te perfumas con el elíxir de las pocas cosas malas que te pasaron, tu pelo tiene todos los tonos ocres de un girasol maduro, te observo como si no pudiera tenerte. Es ilícito lo bien que te sienta el frambuesa de ese conjunto de ropa interior, te combina con el rubor que se te extiende po...